Una vez el novelista García Márquez fue recibido en Madrid, en
una reunión de colombianos, con la siguiente exclamación, muy aplaudida:
“¡Acaba de llegar el hombre más importante de Colombia!”. Alberto
Salcedo Ramos, uno de los mejores cronistas de América Latina en la
actualidad, cuenta que entonces García Márquez movió la cabeza
teatralmente. Como si buscara a alguien dentro del mismo recinto. Y
entonces preguntó dónde estaba Pambelé. Pambelé: Kid Pambalé, un héroe
en Colombia, un genio del ring con cuya vida Salcedo Ramos, con una
prosa realmente genial, asombrosa, escribió una crónica sensacional: “El
oro y la oscuridad”, la gloria en todo el mundo de Antonio Cervantes,
Kid Pambelé, y su descenso posterior a los infiernos de la droga, del
vicio, del alcohol y la delincuencia. Vine leyendo en el viaje de vuelta
de Panamá, a finales de este último agosto, “El oro y la oscuridad”,
con una creciente envidia mientras avanzaba en las páginas del libro.
Anécdotas, accidentes, episodios: Pambelé y Colombia. La violencia del
país y la terrible violencia de la locura de Pambelé, en sus relaciones
consigo mismo, con su familia y con los demás.
El libro me impresionó mucho más de lo que yo pensaba. Es seguro que un
factor que me influyó fue que venía de Panamá, donde Roberto Mano ´e
Piedra Durán es también un héroe nacional. A muchos de los taxistas que
me llevaban cada día de un lado a otro de la ruidosa ciudad de Panamá,
les pregunté por Pambelé y Mano ´e Piedra. “Pambelé le huyó siempre a
Durán. Le tenía mucho respeto”.
Sucede que hacía poco había leído las crónicas de Gay Talese sobre
boxeo, un deporte violento que en mis años jóvenes me volvía loco.
Salcedo Ramos no le va muy a la zaga al gringo genial que es Talese (no
se olviden de leer “Honrarás a tus padres”, de donde salió la magnífica
serie de televisión de “Los Soprano”), y con Santiago, uno de mis amigos
taxistas de Panamá, hablé entonces de Pambelé y de Mano ´e Piedra, y
finalmente llegué a la montaña cuando le dije que había un libro
precioso escrito por el artista Eduardo Arroyo sobre Al Panamá Brown, el
estilista que en París enloquecía a mujeres y a hombres. Jean Cocteau y
Josephnie Baker no se perdían una pelea de Al Brown, y ahí los tenías
siempre en primera fila, en silla de pista, mientras el estilista negro
boxeaba como un bailarín de lujo en el ring de París.
Un día de mis días panameños me fui yo solo a la Tasca de Durán, en la
calle Alberto Navarro, en el barrio de El Cangrejo, a muy poco tiempo de
camino hasta mi hotel. Fui allí cuando comenzaba a oscurecer con la
idea de ver a Roberto Mano ´e Piedra en su propio negocio, una tabernita
con clientela fija que en el momento de yo llegar escuchaba el piano
del gran maestro panameño Danilo Pérez, profesor de música en Boston, el
mismo que todos los años, en enero, “fabrica” un importantísimo
festival de jazz en Ciudad de Panamá. “Vienen todos los que son”, me
comentó el taxista Santiago. Mano ´e Piedra no estaba en su tasca, pero
yo me senté y pedí un primer trago de ron “Abuelo” de siete años, un
fantástico alcohol que los panameños mantienen firme en el mercado de
los que frecuentamos la gloria del ron. Los parroquianos de la Tasca de
Durán me miraron como si yo fuera un embajador gringo retirado, aunque
algunos seguramente pensarían, al menos en la primera impresión, que yo
era en realidad un “zonian”. Alguien le hizo una seña al camarero que me
servía. El camarero me miró. Con un cierto disimulo dejó pasar un poco
de tiempo y luego preguntó si era yo él mismo que estaba fotografiado en
el diario “La Prensa” del día de hoy. “Yo soy”, le dije.
Le añadí que había venido a ver al dueño de casa. “Hoy no viene, creo
que se va al casino”. Me dijo. “Junto al Sheraton”.Yo me quedé pensando,
mientras daba cuenta del segundo trago de “Abuelo”, en lo que me había
pasado en el Hotel Riu la noche anterior. “Un Abuelo de siete años”, le
pedí a la camarera. “De siete años no tengo yo abuelos. Los míos tienen
más o menos la edad de usted”. Después pensé en Pambelé, en el gran
cronista que es Alberto Salcedo Ramos, premio Ortega y Gasset de
periodismo, gran tipo a quien conocí en Valencia, Venezuela, el año
pasado, mientras los dos desayunábamos en la misma mesa del comedor del
hotel en el que nos hospedábamos.
- Cursó sus estudios primarios y secundarios con los jesuitas, en su ciudad natal y se licenció en Filología Clásica en la Universidad Complutense de Madrid en 1968. Entre 1974 y 1978 viaja y cambia repetidamente de residencia y desde 1978 se asienta en Madrid. Ejerce múltiples y variadas actividades, literarias y periodísticas, como colaborador en medios de prensa y televisión españoles. Entre 1974 y 1978 publica sus primeras novelas "El camaleón sobre la alfombra" - Premio Benito Pérez Galdos 1975, "Estado de coma" y "Calima" donde se descubre su primer universo literario. Luego con "Las naves quemadas" y "El árbol del bien y del mal" creó el imaginario de Salbago. En 1998 obtuvo el Premio González-Ruano de Periodismo y, desde ese mismo año, está en posesión de la Orden de Miranda. En la actualidad es director de la Cátedra Vargas Llosa.
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